Por María Luisa Madrigal 17 de julio 2020
Dicen que en Costa Rica no se come chile. Que las personas en este país no disfrutan de agregarle ese sabor a las comidas ni mucho menos de enchilarse. Eso le dijeron a Pablo Jiménez hace una década cuando se le cruzó por la cabeza la idea de hacer salsas picantes para vender.
Pero la evidencia apuntaba hacia lo contrario. En cada soda y restaurante había una chilera en la mesa.
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